El jamón ibérico es el mayor de los tesoros de Guijuelo. Piezas que salen de MAGUISA hacía el mundo dando a conocer la denominación de origen y sello de calidad de nuestra tierra. Pero ¿sabrías distinguir un jamón ibérico de uno serrano?
A simple vista pueden parecer “iguales”, pero son muchas las características que los separan. En primer lugar no pertenecen ni al mismo animal, cerdo ibérico para el jamón de su mismo nombre, y cerdo blanco para el serrano. Los dos son cerdos, por los que podríamos decir que los jamones son parientes, pero no iguales.
El jamón ibérico se distingue a simple vista por el color de su pezuña y por su aspecto estilizado. Todo ello se debe a su alimentación y vida en libertad, en las dehesas salmantinas. Su peso suele alcanzar los siete kilogramos, nunca excederá de ocho.
Una vez abierto la grasa ibérica tiene un color dorado o amarillo oscuro y su tacto es suave y blando. La carne se distingue por el color granate o rojo intenso y la infiltración de grasa. Un veteado que persiste a lo largo de toda la pieza y que es muestra de su vida en libertad. Gracias a su alimentación a base de bellotas y todo lo que se encuentra en el campo y la cantidad de kilómetros que llegan a recorrer a lo largo de su vida. Esto garantiza las cualidades de un auténtico jamón ibérico. Que puede clasificarse en cuatro etiquetas desde la más pura, la negra, al ibérico de cebo, pero confinado, la etiqueta blanca.
No te dejes engañar y consume el mejor cerdo ibérico, el de Guijuelo. Un manjar para el paladar de manos de MAGUISA.