Lo que nosotros conocemos como «cerdo» es un animal que tiene muchos nombres dependiendo de la zona donde nos encontremos: puerco, cochino, gocho, lechón o marrano, entre otros.
El témrino «marrano» es del que hablaremos en el artículo de hoy. Su etimología proviene del árabe «muharrám» que significa «cosa prohibida». Se utilizaba ese término cuando se quería hablar de aquello que no se podía hacer o comer por cuestiones religiosas. Como es bien conocido, los árabes y los judíos no pueden consumir cerdo.
La palabra «marrano» tomó protagonismo a partir de la expulsión de musulmanes y judíos de España, utilizándola como insulto hacia los judeoconversos (judíos que se convirtieron al cristianismo para no marcharse de la Península Ibérica). Muchos de ellos seguieron practicando sus ritos y costumbres en la clandestinidad como, por ejemplo, no comer cerdo.
En el caso de los musulmanos que se convirtieron al cristianismo se les llamó «moriscos». Este término se utilizaba con el mismo tono peyorativo que marrano, aunque no ha llegado a nuestros días con ese sentido.
Marrano quedó arraigado en el lenguaje, llegando hasta nuestros días. Se utiliza actualmente para aludir al animal pero también para indicar que alguien es desaseado, sucio, mugriento o asqueroso.