El verdadero paraíso del cerdo ibérico es la dehesa. Que es la que le da el toque más característico en sabor y textura a la mejor carne de cerdo, la de MAGUISA.
Como ya hemos expuesto en diversas ocasiones existen diferentes maneras de criar cerdos ibéricos. La más conocida y natural es la extensiva. Un sistema tradicional basado en el aprovechamiento de recursos naturales que nace en tiempos ancestrales. Practicada por nuestros antepasados y que determina las particularidades del cerdo más ibérico, del más nuestro.
La dehesa es un ecosistema que forma parte del clima mediterráneo y que se ha convertido en un sistema de explotación agroforestal y ganadero. Una superficie con estrato arbolado compuesto por encinas, alcornoques, quejigos o acebuches y que permite además el crecimiento de pasto aprovechado para el ganado.
El cerdo ibérico y su ecosistema, la dehesa, forman el binomio perfecto. Permanecen en conjunción óptima, tanto que, en la península Ibérica, existe un distintivo de calidad para el sistema extensivo en esta localización.
Una pareja que combina explotación de recursos y como ecosistema cumple una secuencia alimenticia, garantizando la cadena trófica. Solo de esta forma se protege su biodiversidad. Los organismos que componen la dehesa se organizan en redes alimenticias, aportando el equilibrio para su conservación. Como el cerdo ibérico que participa de la cadena, especialmente, a partir de la fase de la montanera.
La dehesa ofrece al cerdo ibérico una textura incomparable. El hecho de ejercitar su musculatura con la vida en libertad y la alimentación a partir de pasto fresco y bellotas dan lugar a un producto natural. Como el de MAGUISA, carne de cerdo ibérico sabrosa y saludable.