Durante los últimos años España se ha convertido en uno de los mayores exportadores mundiales de porcino. Una industria, la cárnica, que supone motor de muchos lugares como Guijuelo, donde ganaderos, mataderos, salas de despiece e industria de elaboración con carne de cerdo ibérico mueven el tejido laboral de la comarca.
Esta exportación en busca de nuevos mercados, clientes y oportunidades de negocio trata de aumentar aún más la actividad, pero ¿a qué retos se enfrentan ante los nuevos consumidores? El principal es la burocracia, la entrada de un nuevo productor en un país está lleno de papeleo que tiene que superar, en un principio, las trabas que los productores nacionales ponen ante uno extranjero. Para frenar esta “intrusión” se establecen requisitos como visitas, auditorías periódicas, registros, trámites… Un sinfín de papeleo en el que llegan a emplearse meses.
Uno de las condiciones que se impone es la adaptación de la oferta a los gustos de los clientes destino, por lo que muchas empresas han tenido que flexibilizar su producción y adecuarse a un nuevo público.
Elegir América Latina no es un capricho, la comunicación es más fluida, el compartir el idioma facilita la interacción, al igual que la cultura, la cual no difiere en exceso. El consumo de productos de “charcutería a la española” es general, por lo que la comercialización del cerdo ibérico es sencilla.
La consolidación de estos nuevos mercados dan a nuestra industria cárnica mayor confianza. El cuidado con el que Maguisa procesa sus carnes hacen de ella un escaparate estupendo para la búsqueda de nuevos mercados, como el americano, en el que ya estamos incluidos, como la reciente apertura de las exportaciones en Chile.