En el anterior post, hablamos de los tres cortes de la carne de cerdo más famosos. El solomillo, la presa y el secreto o cruceta son una apuesta segura para cualquier ocasión.
Hoy, os traemos tres cortes nuevos. Tres piezas que, si bien son menos conocidas, son una buena forma de sorprender a tus comensales. O, por qué no, darte un homenaje después de un día duro de trabajo.
Empezaremos hablando de la aguja. Una pieza situada en las primeras costillas del animal y cuyo contenido en grasa infiltrada entre las fibras musculares es más alto de lo normal. Esto hace que tras cocinarla tengamos una carne melosa, jugosa y, sobre todo, con un gran sabor.
Y, ¿qué sería de una buena barbacoa sin unas tiras de panceta? Estas finas láminas de gloria se obtienen de los músculos ventrales del cerdo y algunos las consideran las barritas energéticas ibéricas. Su principal característica es que, en una sola tira, coinciden tres tipos de carne: piel, grasa y magro. Hecha a la brasa, la piel quedará crujiente, la grasa jugosa y el magro ideal para acompañarlo con un buen pan de pueblo.
Pero si lo que buscas es una parte poco demandada hasta ahora, la pluma es tu opción. Este corte triangular, se obtiene de la parte posterior del lomo de los chanchos (así es como conocen a este animal nuestros amigos de latinoamérica) y suele pesar tan sólo unos 100 gramos. Tiene una textura más rígida que la panceta, pero la ventaja es que es muy sabrosa. Acompañada con un buen vino tinto, hace las delicias de quienes quieren comer cerdo sin mucha grasa.